Diseñadores: la imaginación al poder

Diseñadores: la imaginación al poder Ellos son comunicadores, inventores, provocadores, productores de sentido, cazadores de soluciones en una realidad vertiginosa y en cambio constante. Siete creadores argentinos de distintas especialidades develan, en sus historias como emprendedores, su personal -y masculina- visión del mundo   Pablo Jeifetz (vajilla) Recorriendo bazares con su amigo y socio Guido Izbicki, Pablo Jeifetz descubrió que el diseño no había colonizado el terreno aún virgen de la gastronomía. Eran tiempos difíciles: corría el año 2000 y el estudio que habían montado apenas daba ganancia. La idea había aflorado a partir de un brainstorming urgente. Necesitaban empezar a producir piezas propias para salir a vender pero, primero, debían encontrar un leitmotiv. Así se les ocurrió investigar la cocina. «Lo más difícil era mostrarle al mercado que se podían hacer cosas nuevas, por eso creamos cinco modelos fundacionales hechos en cerámica que tenían la frescura de lo inédito, eran intuitivos y funcionaron», cuenta Pablo, diseñador industrial, sobre aquellos prototipos de platos, cazuelas y bowls con un plus creativo. Entre ésos estuvo Marleena, un plato con recipiente para salsas o aderezos incluido, que ganó el primer premio en la categoría de productos para el hogar del concurso Presente en 2006 y que despertó el interés de la prensa. El resto fue la génesis de lo que hoy es Ajídiseño: encargos para hoteles como el Marriot y el NH, un stand en Hotelga (feria de proveedores de hotelería y gastronomía) y, después, Orilla, su primera línea completa. «Lo más difícil fue aprender el idioma, porque al principio nos decían palabras como dip o chutney y no sabíamos de qué hablaban o lo que pensábamos que medía seis centímetros medía seis milímetros», recuerda. «Cuando nosotros empezamos era más difícil porque había que explicar qué era el diseño. Hoy es un sello de validez que se usa para todo y en cualquier cosa, hay un exceso», advierte. Por Sol Levington Extracto de Nota publicada en La Nación – MARTES 1 DE JUNIO DE 2016 Ver nota completa